Sembrando vida
09 abril 2025

Decía Ibargüengoitia que en México confundimos lo grandioso con lo grandote, una verdad del tamaño de una casa. Estamos habituados a pensar con megáfono, un buen ejemplo es el de alguien que decide construir una casa, se reúne con el arquitecto revisa planos y arranca una especie de calvario en ambas direcciones; el arquitecto llama a deshoras para decir: “¿qué cree?”, el dueño piensa a lo grande y decide que en el techo quisiera una capillita y un sótano para guardar triques. Pronto la casa se convierte en un Frankestein de cemento tolteca y nadie queda a gusto por lo que cuando se estrena lo máximo que se puede acertar a decir es: “qué interesante”.
Cuando era funcionario y administraba lo que ya le conté que administraba, hallamos un tiradero. Había 50 mil árboles y decidimos intervenir, la pregunta que se nos hacía era “¿cuándo inicia la reforestación?” la respuesta invariablemente los desconcertaba: “nunca”. El caso es que del total del arbolado la mitad estaba plagado o muerto y ello se debía a que se habían sembrado bajo el criterio de lo grandote y al competir entre sí se debilitaron y murieron. El programa entonces consistió en tratar a 12 mil contra las plagas y retirar otros 12 mil y todo, dicho sea con toda modestia, salió bien.
Bien, uno de los programas del gobierno federal es “sembrando vida”, la idea es reforestar con árboles frutales y maderables. No suena mal, pero déjeme contarle que suena peor. El asunto se hizo con las mismas patas que son el sello de la casa de esta administración; no se realizó un diagnóstico, y simplemente se les dijo a los propietarios de tierras que recibirían dinero a cambio de la siembra ¿qué pasó? Simple, muchos decidieron deforestar su terreno y argumentar que estaba vacío para ser beneficiarios del programa ¿no es un mundo hermoso aquel en el que un programa de reforestación logra arrasar con 72 mil hectáreas de selvas y bosques?
La siguiente nota da cuenta de esta comedia del absurdo: El pasado jueves, Expansión Política y CONNECTAS publicaron una investigación en la que se revela la opacidad y discrecionalidad con la que opera el programa. Se documentaron denuncias por malos manejos que se investigan con lentitud y, por ahora, con nulos resultados, mientras que a los sembradores los amonestan con facilidad y, en algunos casos, los expulsan de manera discrecional. Esto aunado a la opacidad con la que se guardan más de 4,200 millones de pesos en ahorros de los más de 426,000 beneficiarios del programa, los cuales han sido cambiados de cuentas sin notificar a los campesinos, como tampoco sobre los rendimientos que su aportación obligatoria les dejará.
Como decía mi madre: “Son tan inútiles que no sacan un perro de una milpa y no brincan un papel mojado”.



